P. A menudo escucho a la gente decir: “Podemos ser salvos si tan solo creemos en Dios”. ¿Es eso cierto?
R. Es una verdad inconfundible el hecho de que podamos ser salvos por la fe. Jesús dijo: “Conforme a vuestra fe os sea hecho”. Y el apóstol Pablo también destacó la fe como uno de los tres factores más importantes en nuestra vida cristiana, diciendo: “El justo por la fe vivirá” (Mt. 9:29, 1 Co. 13:13).
Ro. 1:17 “Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.”
Gá. 3:11 “Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá;”
Sin embargo, la fe que se menciona en la Biblia es diferente de la fe que la mayoría de las personas mencionan. La mayoría de las iglesias, excluyendo por completo las leyes del nuevo pacto que Jesús nos enseñó a guardar, solo definen la fe como creer en algo en su propia mente. Pero esta no es la verdadera fe.
La verdadera fe siempre está acompañada de obras
La palabra “por la fe vivirá” no quiere decir que solo debamos tener fe en nuestra mente. La palabra “fe” implica las obras que vienen de la fe.
He. 11:7-8 “Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba.”
La Biblia dice que fue por la fe que Noé construyó el arca y que Abraham fue a Canaán saliendo de Ur de los caldeos. Sin embargo, la mayoría de las personas tratan de separar la fe de las obras. De acuerdo con su insistencia dicotómica, llegan a la conclusión de que no fue por la fe que Noé construyó el arca, y que Abraham fue a Canaán, sino por obras sin fe. Pero esto claramente va en contra de lo que la Biblia enseña.
Si creemos en Jesús, esta fe debe estar acompañada de la obra correspondiente. Jesús nos enseñó que las leyes del nuevo pacto que tenemos que guardar con fe son absolutamente necesarias para nuestra salvación.
La fe y las leyes del nuevo pacto
Mr. 16:15-16 “Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”
Si uno cree en el evangelio, pero no se bautiza, no es diferente del que no cree. Si queremos ser salvos, debemos creer en el evangelio como Jesús nos enseñó, y también tenemos que ser bautizados, pues el bautismo es la señal de la “salvación”.
1 P. 3:21 “El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo,”
Algunos insisten en que podemos ser salvos con solo creer y que no es necesaria ninguna obra. Esta es la insistencia errónea que viene de no conocer exactamente la fe que lleva a la salvación, es decir, la fe bíblica. Cuando la Biblia dice que podemos ser salvos por la fe, en la palabra “fe” está implícito el “bautismo”, una de las leyes del nuevo pacto. Lo mismo sucede con la Pascua.
Jn. 6:53-54 “Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.”
Jesús dijo que no podemos tener la vida eterna si no comemos su carne y bebemos su sangre. Los seres humanos se han convertido en mortales por el pecado. Así que para nosotros, la salvación significa obtener la vida eterna. Pero Jesús dijo que daría la vida eterna solo a los que comieran su carne y bebieran su sangre. Así que para recibir la salvación, necesita absolutamente la obra de comer la carne y beber la sangre de Jesús. Muchas personas dicen que creen en Jesús; pero si no comen la carne y beben la sangre de Jesús, no pueden recibir la vida eterna, como Jesús dijo: “Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros”. Aunque tengan una gran fe, no pueden ser salvos sin la obra de comer la carne y beber la sangre de Jesús.
La manera de comer la carne y beber la sangre de Jesús es celebrar la Pascua del nuevo pacto.
Mt. 26:17-28 “El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, vinieron los discípulos a Jesús, diciéndole: ¿Dónde quieres que preparemos para que comas la pascua? Y él dijo: Id a la ciudad a cierto hombre, y decidle: El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa celebraré la pascua con mis discípulos. Y los discípulos hicieron como Jesús les mandó, y prepararon la pascua. [...] Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.”
Lc. 22:14-20 “Cuando era la hora, se sentó a la mesa, y con él los apóstoles. Y les dijo: ¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca! […] Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama.”
Jesús, que vino a esta tierra para darnos vida, quería ansiosamente que comiéramos la Pascua (Lc. 19:10, Jn. 10:10). Definitivamente esto significa que debemos celebrar la Pascua del nuevo pacto para recibir la salvación, la vida eterna.
El pan y el vino de la Pascua representan la carne y la sangre de Jesús
El hecho de que el pan y el vino de la Pascua simbolizan la carne y la sangre de Jesús, está claramente demostrado por las palabras y las obras de Jesús. Sin embargo, los que tienen un concepto equivocado de la fe insisten obstinadamente en que creer en Jesús es comer su carne y beber su sangre, y en que el pan y el vino de la Pascua no tienen ninguna relación con la vida eterna.
Jn. 6:47 “De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna.”
Aquí, lo importante es saber en qué debemos creer para tener la vida eterna. Los siguientes versículos nos muestran que tenemos que creer en el hecho de que Jesús es el pan de vida del cielo, y que debemos comer del pan de vida.
Jn. 6:47-51 “De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.”
Los que creen en que Jesús es el pan de vida, deben comer del pan para tener vida eterna. Los versículos anteriores significan que no podemos comer de Jesús, que es representado como el pan de vida, solo creyendo en Él, y que debemos creer en que Jesús es el pan de vida y comer de ese pan. La carne y la sangre de Jesús que nos dan vida eterna, son el pan y el vino de la Pascua. Hay más evidencia acerca de esto.
Primero, Jesús nos prometió el “perdón de pecados” a través de la Pascua (Mt. 26:27-28). La Biblia dice que la paga del pecado es la muerte (Ro. 6:23). Por lo tanto, cuando recibimos el perdón de pecados, la muerte es quitada de nosotros. Esto significa que viviremos para siempre. La bendición de la vida eterna contenida en la Pascua es exactamente la misma que es descrita en Juan 6. Este hecho prueba que el pan y el vino de la Pascua significan la carne y la sangre de Jesús que nos dan vida eterna.
Aquí hay otra prueba: Jesús vino como el Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec.
He. 5:8-10 “Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen; y fue declarado por Dios sumo sacerdote según el orden de Melquisedec.”
Melquisedec era un sacerdote de los tiempos del Antiguo Testamento, que bendijo a Abraham con pan y vino.
Gn. 14:18-19 “Entonces Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, sacó pan y vino; y le bendijo, diciendo: Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra;”
Jesús nos bendijo con el perdón de pecados y la vida eterna a través del pan y el vino de la Pascua, porque vino como la realidad de Melquisedec. Por lo tanto, la insistencia de que el pan y el vino de la Pascua no tienen ninguna relación con la vida eterna es una insistencia absurda que niega que Jesús sea la realidad de Melquisedec.
La importancia de las obras
La fe es muy importante para nuestra salvación. Sin embargo, en lo que realmente tenemos que creer es en las palabras y enseñanzas de Jesús, quien es el camino y la verdad y la vida, y no en las doctrinas creadas por los hombres, que son inútiles y engañosas.
Jesús dijo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo”, y dio a sus discípulos la bendición de la vida eterna a través del pan y el vino de la Pascua, como el verdadero Melquisedec. Si creemos en Jesús como nuestro Salvador, debemos creer en sus palabras y poner en práctica nuestra fe siendo bautizados y celebrando la Pascua del nuevo pacto.
La importancia de las obras se revela claramente a través de lo que Jesús dijo a Pedro en la ceremonia del lavado de pies, antes de la ceremonia principal de la Pascua. Pedro pensaba que no era justo que Jesús actuara como un siervo lavando los pies de sus discípulos, por eso trató de impedir que le lavara los pies. Entonces Jesús dijo a Pedro que si no le permitía lavarle los pies, no tendría parte con Él.
Jn. 13:8 “Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás. Jesús le respondió: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo.”
En ese momento, Pedro creía más firmemente que cualquier otra persona que Jesús era el Cristo (Mt. 16:16). Sin embargo, aunque Pedro tenía una fe tan firme en Jesucristo, Jesús le dijo: “Si no te lavare, no tendrás parte conmigo”. El que no tiene parte con Jesús, el Salvador, jamás podría ser salvo. Esto muestra que guardar las reglas de la Pascua, incluyendo la ceremonia del lavado de pies, es necesario para nuestra salvación.
Solo los que hacen la voluntad de Dios pueden entrar en el reino de los cielos
El cielo es un lugar donde solo pueden entrar los que siguen la voluntad de Dios.
Mt. 7:21 “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.”
No podemos entrar en el cielo solo diciendo o pensando que creemos. A fin de entrar en el reino de los cielos, debemos seguir la volun tad de Dios.
Jesús dijo claramente que podemos ser salvos si creemos y somos bautizados, y que no tenemos vida en nosotros si no comemos su carne y bebemos su sangre. Creer y seguir todas estas palabras de Jesús es la verdadera fe que guía a la salvación. Esta es la enseñanza de Jesús y la voluntad de Dios.