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P. Sé que cada uno de nosotros tiene un alma y que existe el mundo espiritual, pero de ninguna manera puedo imaginar cómo será. ¿Hay alguna forma de que pueda imaginar al menos un poco el mundo espiritual?

R. El ser humano está formado por el polvo de la tierra, que es la carne, y el aliento de vida, que es el alma. Cuando el hombre muere, su cuerpo vuelve a la tierra y su espíritu, que vino de Dios, vuelve a Él. En otras palabras, en nuestra vida futura, sin duda existe el reino de los cielos, el mundo espiritual, donde vivimos junto con Dios, solo que es invisible a nuestros ojos y difícil de explicar.

1 Co. 2:9 “Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman.”

El espacio dimensional más elevado descubierto por la ciencia moderna hasta el día de hoy es el universo. Con la sabiduría y el conocimiento humanos, nunca podremos entender completamente todo sobre el reino de los cielos, pero tomémonos un tiempo para imaginar cómo será el reino de los cielos, a través del universo que podemos confirmar en la actualidad.

La Tierra es como una partícula de polvo en el vasto universo


Actualmente, 7900 millones de personas viven en la Tierra, que alberga todo tipo de árboles y seres vivos. Desde la perspectiva del universo, la Tierra es el tercer planeta más cercano al Sol y tiene 12 760 km de diámetro. La Tierra puede parecernos grande, sin embargo, en comparación con el Sol, que tiene 1 392 000 km de diámetro, no es más que un simple punto. Y en el universo, hay innumerables estrellas que son decenas de millones de veces más grandes que la Tierra.

Sirio, de la constelación del Can Mayor (Canis Maior), que es la estrella más brillante del cielo nocturno, tiene 2 335 000 km de diámetro; y Arturo, de la constelación del Boyero (Bootes), que es la segunda estrella más brillante del cielo nocturno, tiene 22 101 000 km de diámetro, que es 1727 veces más grande que el de la Tierra. Betelgeuse, estrella de la constelación de Orión, tiene 903 500 000 km de diámetro, 70 000 veces más grande que el de la Tierra; y VV Cephei es una estrella supergigante de 2 644 800 000 km de diámetro, que es unas 200 000 veces mayor que el de la Tierra.

Si convirtiéramos el tamaño de cada estrella en volumen, la diferencia de tamaño sería enorme, en comparación con el de la Tierra. El Sol es 1,3 millones de veces más grande que la Tierra, y VV Cephei es 8900 billones de veces más grande que la Tierra, lo que significa que se puede crear unos 8900 billones de Tierras con un VV Cephei. ¡Qué grande es! No obstante, esas estrellas supergigantes son solo algunas del número infinito de estrellas que brillan intensamente en el universo. Hay muchas más estrellas en el universo que aún no han sido descubiertas, y el universo es infinitamente vasto.

Nuestro sistema solar, donde ocho planetas, incluida la Tierra, giran alrededor del Sol, tiene 40 billones de kilómetros de diámetro. Nuestra galaxia contiene alrededor de 200 000 millones de sistemas solares. Y las galaxias se juntan y forman el gran universo. Una sola galaxia puede parecernos de un tamaño infinito, sin embargo, en el gran universo, es una partícula de polvo que apenas se ve. ¿Y la Tierra donde vivimos? ¿Qué tan insignificante puede verse desde el punto de vista del universo entero?

Is. 40:15-17 “He aquí que las naciones le son como la gota de agua que cae del cubo, y como menudo polvo en las balanzas le son estimadas; he aquí que hace desaparecer las islas como polvo. […] Como nada son todas las naciones delante de él; y en su comparación serán estimadas en menos que nada, y que lo que no es.”

El universo infinito que ni el tiempo puede conquistar


Supongamos que pudiéramos contar una estrella por segundo. Entonces, tomaría una hora contar 3600 estrellas, un día entero para contar 86 400 estrellas, y 1157 días (tres años y un mes) para contar 100 millones de estrellas.

Para contar las estrellas en nuestra galaxia que consta de 200 000 millones de sistemas solares, se necesitarían 6000 años. No obstante, tenemos más de 200 000 millones de galaxias, cada una con 200 000 millones de sistemas solares, así que nunca podremos contar todas las estrellas con nuestro tiempo humano.

Tan solo VV Cephei nos hace darnos cuenta de que el tiempo en el mundo humano es verdaderamente insignificante. VV Cephei tiene 2644,8 millones de km de diámetro. Un hombre que camina a una velocidad de 4 km por hora no llegará al final del diámetro ni siquiera en 755 480 años, y un automóvil tardará unos 3019 años viajando a una velocidad de 100 km por hora para llegar al final del diámetro.

Actualmente se sabe que la velocidad de la luz (la velocidad a la que viaja la luz por el espacio donde no existe ninguna partícula) es la más rápida. La luz viaja a una velocidad de unos 300 000 km por segundo, con la cual podemos rodear la Tierra siete veces y media en un segundo.

A la velocidad de la luz, se necesitan 1,26 segundos para viajar de la Tierra a la Luna, y 8 minutos y 11 segundos para llegar al Sol.

Aunque la velocidad de la luz es inimaginablemente rápida, se necesitan cuatro años y medio para llegar a Alfa Centauri en la constelación del Centauro, que es la estrella más cercana al Sol. Un cohete que viaja a una velocidad de 300 000 km por segundo tardaría unos 200 000 años en llegar a la estrella más cercana.

Si viajáramos por el gran universo, ¿cuánto tiempo necesitaríamos? Aunque viajáramos a la velocidad de la luz, se necesitarían unos 15 000 millones de años solo para recorrer el radio del gran universo. Es un período tan largo que un hombre de 80 años puede repetir toda su vida 187,5 millones de veces.

El espacio del universo es infinito, por lo que nunca podremos comprenderlo completamente con el tiempo y la capacidad humanos.

El mundo espiritual que podemos imaginar a través del mundo de las partículas


Ahora, reduzcamos el universo al tamaño de la Tierra en nuestra imaginación. Así, la Tierra se convierte en una partícula diminuta que no se puede ver ni siquiera con un microscopio. La partícula es el componente más pequeño que forma la materia.

La molécula es la partícula más pequeña de una sustancia que puede dividirse sin perder las propiedades químicas de esta. Por lo general, la molécula consta de dos o más átomos; y los átomos están formados por electrones, protones y neutrones. Y los protones o neutrones consisten en partículas diminutas.

Algunas partículas sobreviven solo entre 10 y 23 segundos. En pocas palabras, varias partículas nacen y mueren en 0,00000000000000000000001 segundos. El tiempo es tan corto que el hombre jamás puede sentir cuánto tiempo es, es decir, es solo un momento fugaz.

Por otro lado, un segundo en el mundo humano equivale a 300 billones de años en el mundo de las partículas. 300 billones de años es tanto tiempo que durante ese período, la Tierra de 4500 millones de años puede formarse y morir 600 000 veces, y el universo de 15 000 millones de años puede formarse y morir 200 000 veces. Desde la perspectiva de las partículas, el mundo humano se verá como el mundo de los dioses que viven infinitamente durante 300 billones de años.

El mundo de las partículas y nuestro mundo humano tienen dimensiones totalmente diferentes. De la misma manera, el reino de los cielos está más allá de nuestra imaginación.

Dn. 9:21-23 “aún estaba hablando en oración, cuando el varón Gabriel, a quien había visto en la visión al principio, volando con presteza, vino a mí como a la hora del sacrificio de la tarde. […] Al principio de tus ruegos fue dada la orden, y yo he venido para enseñártela, […]”

En cuanto Daniel comenzó a orar a la hora del sacrificio de la tarde, Dios le ordenó a un ángel que le entregara una orden de su parte.

En el centro del gran universo que contiene 200 000 millones de galaxias, está la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial; y en la ciudad de Jerusalén, está el palacio central donde se encuentra el trono de Dios (He. 12:22-23).

Cuando el ángel Gabriel, a quien le fue dada la orden al principio de los ruegos de Daniel, llegó desde el trono de Dios, que es el palacio central del gran universo y está a miles de millones de años luz de la Tierra, hasta donde estaba Daniel, este ni siquiera había terminado su oración. A través de esto, podemos entender que, en el mundo espiritual, los ángeles traspasan el tiempo y el espacio más rápido que la velocidad de la luz.

Podemos pensar que setenta u ochenta años de nuestra vida humana, que es una serie de alegrías y tristezas, es bastante tiempo. No obstante, desde la perspectiva del mundo espiritual que trasciende el tiempo y el espacio, nuestra vida en la Tierra es un período de tiempo extremadamente corto que pasa en un abrir y cerrar de ojos.

La vida que debemos perseguir


2 Co. 12:2-4 “Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo. […] que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar.”

Al ver el mundo celestial, el apóstol Pablo comprendió que el tiempo y el espacio de la vida humana son absolutamente insignificantes.

Él valoró el mundo celestial y recorrió la vida de predicador sin cansarse a pesar de las innumerables dificultades y persecuciones.

Originalmente, nuestras almas eran nobles ángeles, los hijos de Dios en el mundo celestial. Sin embargo, debido a nuestro pecado, hemos venido a este mundo, vistiéndonos de la carne; y como resultado, somos incapaces de ver las cosas de la patria celestial, limitados por el tiempo y el espacio, y estamos viviendo como si el mundo que vemos lo fuera todo.

El hecho de que algo sea invisible no significa que no exista. Sin duda, existe el grandioso mundo espiritual, aunque no podemos verlo con nuestros propios ojos. Para ayudarnos a comprender esto, nuestro Dios, que gobierna sobre el gran universo, vino al planeta Tierra, que es menos que una partícula de polvo, dejando atrás el poder y la gloria del Creador (Fil. 2:5-8). Se debe a que el reino de los cielos es nuestro hogar eterno al que debemos regresar.

He. 11:13-16 “[…] pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad.”

Hace dos mil años, Cristo vino a la Tierra, dio a conocer el reino de los cielos a la humanidad y predicó el evangelio del reino para que las personas pudieran regresar al cielo. En esta época, Él apareció por segunda vez, nos habló del reino de los cielos y nos ayudó a recuperar la esperanza en el cielo, ya que todos perdimos los recuerdos del cielo debido a nuestros pecados.

El reino de los cielos sin duda vendrá ante nosotros. Obviamente, debemos hacer nuestro mejor esfuerzo y trabajar arduamente por nuestra vida presente, pero también necesitamos sabiduría para prepararnos para el mundo espiritual que se desarrollará en el futuro cercano. Dios nos permitió sentir el reino de los cielos a través de la Biblia. Debemos estar siempre cerca de la palabra de Dios para comprender el mundo espiritual y esforzarnos por verlo con nuestros corazones. Nuestra esperanza por un mundo más grandioso se convertirá en una fuente de alegría y fortaleza que puede ayudar a superar las dificultades de nuestra vida presente.

2 Co. 4:18 “no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.”