Ninguna parte de los sermones en texto puede ser imprimida o difundida. Por favor, grabe en su corazón lo que ha entendido, para compartir la fragancia de Sion.
Las palabras y la salvación
Las palabras son muy importantes en la vida de una persona. Frecuentemente vemos que lo que la gente dice puede ocasionar la pérdida de la confi anza que han obtenido de los demás y también puede causar una ruptura de la confi anza entre las personas.
Es imposible vivir sin hablar. Si hablamos a los demás, debemos ser cuidadosos con lo que decimos y ser considerados con sus sentimientos; debemos pensar en qué pensarán de esto, qué efecto tendrá en su fe y qué resultado producirá. Las palabras que se dicen desconsideradamente o las palabras que aumentan progresivamente en el proceso de transmisión de persona a persona, pueden crear discordia y malentendidos entre ellos.
En este mundo físico, las palabras son muy importantes. En la fe, las palabras relacionadas con la salvación son más importantes. Dios escribió muchas enseñanzas en la Biblia acerca de la importancia de las palabras. Por medio de la Biblia, pensemos en qué importantes son nuestras palabras en la vida de la fe.
Palabras buenas y graciosas
Dios nos ha enseñado a decir palabras de gracia y gratitud, y no palabras de quejas.
Ef. 4:26-32 “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo. […] Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. […] Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.”
Las palabras anteriores no son ideas personales o fi losofías de alguien, sino las palabras de Dios escritas en la Biblia por los que fueron inspirados por el Espíritu Santo. Si hemos llevado una vida llena de quejas en lugar de gratitud, desde ahora necesitamos llevar una vida de gratitud, diciendo solo las palabras que beneficien a los que las escuchan, conforme a la voluntad de Dios.
Cada palabra de la Biblia está escrita no solo para agradar a los ojos y a los oídos. La Biblia no tiene relación con los que no la ponen en práctica, es decir, con los que no tienen relación con la salvación.
Hubo una persona que fue al cielo por decir algo gracioso. Cuando Jesús llevó los pecados de la humanidad y fue crucificado, había dos ladrones, uno a cada lado. El ladrón a su izquierda se unió a la multitud acusándolo con insultos y burlas: “¡Si eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros!” Por otro lado, el ladrón a su derecha lo reprendió, diciendo que ellos habían sido castigados con justicia y que estaban recibiendo lo que merecían, pero que Jesús era inocente. Luego dijo: “Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino”. Por estas palabras, Jesús le respondió: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”.
El ladrón al lado derecho de Jesús fue salvo por sus palabras; él puede ser considerado como el mejor orador en toda la historia humana. Hay incontables personas en el mundo y dicen tantas palabras en su vida diaria. Algunos solo piensan en las ganancias inmediatas y dicen palabras como las pronunciadas por el ladrón al lado izquierdo de Jesús, y otros miran hacia la eternidad y dicen palabras como las del ladrón a la derecha de Jesús. También podemos ver estas dos clases de personas en la iglesia.
Las palabras que traen destrucción y las palabras que traen victoria
En el segundo año del Éxodo, Moisés escogió a doce espías para reconocer la tierra de Canaán. Al final de cuarenta días, volvieron de reconocer la tierra. Cuando reportaron a los israelitas, diez de ellos difundieron un mal reporte acerca de la tierra de Canaán, diciendo: “La tierra por donde pasamos es tierra que traga a sus moradores. Y todo el pueblo que vimos es de grande estatura. Nosotros éramos como langostas; y así les parecíamos a ellos”.
Después de escuchar el reporte de los diez espías, todo el pueblo empezó a quejarse contra Dios y contra Moisés, y lloraron fuertemente aquella noche. Josué y Caleb, dos de los doce espías, dijeron: “No teman al pueblo de la tierra. Dios nos ha prometido darnos la tierra, ¿por qué no lo creen?” Sin embargo, los israelitas ya habían perdido su fe, y no escucharon a Josué y Caleb.
Luego, la gloria de Dios se mostró a los israelitas, y Dios dijo que los que se habían quejado contra Él serían destruidos en el desierto, y que ninguno de los varones de veinte años arriba, exceptuando a Josué y Caleb, entraría en la tierra de Canaán. Los israelitas vagaron por el desierto durante cuarenta años hasta que los que se quejaron contra Dios fueron destruidos en el desierto. Después de cuarenta años, la segunda generación, guiada por Josué y Caleb, entró en la tierra de Canaán.
Hablar es importante, y escuchar y discernir también es importante. Aunque los israelitas escucharon las palabras negativas, si hubieran pensado en el poder de Dios revelado en Egipto, la división del Mar Rojo, y su milagro de alimentarlos con maná del cielo cada día durante el viaje en el desierto, habrían creído en Él. Sin embargo, solo pensaron en lo que estaba justo delante de ellos, y esto les hizo quejarse contra Dios. El problema con los diez espías fue que guiaron a seis mil hombres a la destrucción por hablar palabras negativas, y el problema con los israelitas fue que no distinguieron apropiadamente al escuchar lo que los diez espías decían.
Satanás utiliza todo tipo de estrategias para bloquear nuestro camino, para que no podamos ir al cielo. Así, él pone muchas cosas ante nosotros que nos hacen quejarnos en vez de dar gracias. Ante los ojos de los que juzgan por la apariencia exterior, todo parece como una excusa para ser desagradecidos, aunque realmente no es así.
Lo que sea que nos digan, pensemos primero en Dios. Aunque un hombre sea muy grande y fuerte, es también una criatura de Dios. No debemos temer al hombre en absoluto.
Pensemos en cómo David venció a Goliat. Todos los hombres de Israel temblaban y tenían miedo de él, pero murió impotentemente ante el joven David. No fue por su fuerza que venció a Goliat. Recordemos lo que dijo en ese momento. No se jactó de ser valiente ni de ser hábil con la honda, sino que dijo: “Tú vienes a mí con espada, lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos”. Confiando solamente en Dios, lanzó con su honda una piedra a Goliat, la cual quedó clavada en su frente. Dios vio la valentía de David, que confió completamente en Dios, y dirigió la piedra para golpear a Goliat.
David habló graciosamente. En el libro de Salmos que David escribió, siendo inspirado por el Espíritu Santo, hay muchas palabras hermosas que nos muestran qué tipo de palabras debemos decir a Dios y cómo debemos alabarlo y glorificarlo. Cada palabra que decimos debe estar llena de esta fe.
Palabras de gratitud, palabras que dan vida
Cuando enfrentamos alguna situación, no podemos entender en ese momento por qué ocurre; pero si seguimos la voluntad de Dios, podemos entenderla después. Por eso la Biblia dice: “Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios”, y: “Dad gracias en todo” (1 S. 15:22, 1 Ts. 5:18).
Ef. 5:3-4 “Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos; ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias.”
El pueblo de Dios debe decir palabras de gratitud. Cuando nos encontramos en una situación difícil, no podemos ser agradecidos si nos resulta difícil enfrentarnos con la situación y nos rendiremos, pensando que es imposible, basándonos en nuestro propio juicio. Ante cualquier dificultad que nos suceda, debemos dar gracias. Todo es posible con Dios, que creó todas las cosas y las gobierna. Por eso, cuando enfrentemos una situación difícil, tenemos que comprender que sin duda existe una voluntad específica de Dios para esa situación.
Ef. 6:16-20 “[…] y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio, por el cual soy embajador en cadenas; que con denuedo hable de él, como debo hablar.”
También debemos hablar las palabras necesarias para predicar la palabra de Dios y hablar su voluntad. No debemos decir palabras hirientes con nuestros propios pensamientos u opiniones, ni debemos decir palabras jactanciosas, palabras difamatorias o palabras discriminatorias. En Sion, necesitamos hablar siempre palabras llenas de gracia, para que podamos edificarnos mutuamente en la fe.
Había también muchos tipos de personas en la iglesia primitiva: los que tenían buena fe, los que eran débiles en la fe y no tenían discernimiento, los que instigaban a los demás, y los que eran instigados fácilmente. Por eso hubo conflictos entre ellos, y se crearon disensiones; algunos de ellos terminaron perdiendo la fe y no pudieron entrar en el cielo. Cada vez que esto sucedía, el apóstol Pablo los despertaba espiritualmente diciendo palabras graciosas: “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios” (1 Co. 3:3-7).
El que no ofende en palabra, es perfecto
Veamos algunos versículos más que muestran el efecto que tienen nuestras palabras en nuestra salvación.
Stg. 3:2-6 “Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto […]. Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere. Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego! Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno.”
Necesitamos ser cuidadosos con lo que decimos, y también debemos discernir si lo que escuchamos es de Dios o no. ¿Quiénes pudieron entrar en la tierra de Canaán, los diez espías que se quejaron, o Josué y Caleb que creyeron firmemente en Dios y hablaron palabras de gratitud? Los que entraron en Canaán fueron los que confiaron en Dios y hablaron palabras de gratitud. La tierra de Canaán representa el eterno reino de los cielos. A través de la historia de Israel hace 3500 años, Dios ya había mostrado el resultado que traerán las palabras de queja y quiénes podrán entrar en el reino de los cielos.
Podemos ver qué resultado traerán las palabras sin gracia de alguien, a través del caso de Mical, la esposa de David.
2 S. 6:16-23 “Cuando el arca de Jehová llegó a la ciudad de David, aconteció que Mical hija de Saúl miró desde una ventana, y vio al rey David que saltaba y danzaba delante de Jehová; y le menospreció en su corazón. […] Volvió luego David para bendecir su casa; y saliendo Mical a recibir a David, dijo: ¡Cuán honrado ha quedado hoy el rey de Israel, descubriéndose hoy delante de las criadas de sus siervos, como se descubre sin decoro un cualquiera! Entonces David respondió a Mical: Fue delante de Jehová, quien me eligió en preferencia a tu padre y a toda tu casa, para constituirme por príncipe sobre el pueblo de Jehová, sobre Israel. Por tanto, danzaré delante de Jehová. Y aun me haré más vil que esta vez, y seré bajo a tus ojos; pero seré honrado delante de las criadas de quienes has hablado. Y Mical hija de Saúl nunca tuvo hijos hasta el día de su muerte.”
David estaba muy contento cuando el arca de Dios estaba entrando en la Ciudad de David, y bailó de alegría ante Dios. Mical, esposa de David e hija de Saúl, viendo a David brincando y bailando como un niño para agradar a Dios, lo menospreció en su corazón y dijo: “¿Eras tan indigno como rey para bailar delante de todo el pueblo?” Entonces David dijo: “Yo danzaré delante de Jehová. Y aun me haré más vil que esta vez, y seré bajo a tus ojos”. Desde entonces la gracia de Dios y el favor de David se apartaron de Mical y no tuvo hijos hasta el día de su muerte.
Según nuestras palabras, según nuestra fe
Regresemos a la época de Jesús y veamos cómo los líderes religiosos de aquellos tiempos trataron a Dios que vino a esta tierra como un hombre para salvar a la humanidad y qué le dijeron.
Mt. 27:19-26 “[…] Pilato les dijo: ¿Qué, pues, haré de Jesús, llamado el Cristo? Todos le dijeron: ¡Sea crucificado! Y el gobernador les dijo: Pues ¿qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban aún más, diciendo: ¡Sea crucificado! Viendo Pilato que nada adelantaba, sino que se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros. Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos. Entonces les soltó a Barrabás; y habiendo azotado a Jesús, le entregó para ser crucificado.”
Durante la Segunda Guerra Mundial, ocurrió el Holocausto, en el que fueron asesinados más de seis millones de judíos; fue la peor tragedia de la historia humana. El pecado de clamar: “¡Sea crucificado! ¡Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos!”, no desapareció, sino que sin falta llegó el momento en que debían pagar por sus pecados. Este fue también el resultado de sus palabras.
Lc. 19:1-9 “[…] Y sucedió que un varón llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos, y rico, procuraba ver quién era Jesús; pero no podía a causa de la multitud, pues era pequeño de estatura. Y corriendo delante, subió a un árbol sicómoro para verle; porque había de pasar por allí. Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa. Entonces él descendió aprisa, y le recibió gozoso. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador. Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado. Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham.”
Zaqueo estaba muy feliz de tener a Jesús en su casa, y dijo que daría la mitad de sus bienes a los pobres, y que si en algo había defraudado a alguno, lo devolvería cuadruplicado. Entonces Jesús le dijo: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa”.
A través de las palabras y acciones de los personajes de la Biblia, podemos entender plenamente qué clase de palabras pueden conducir a la salvación y qué clase de palabras no pueden conducir a la salvación. La Biblia es un libro para enseñar y preparar a los príncipes y princesas celestiales en justicia. Dios nos ha dado su preciosa palabra para enseñarnos qué clase de palabras debemos decir y qué clase de palabras no debemos decir, como también qué pensamientos debemos tener y qué pensamientos no debemos tener. ¿No deberíamos seguir esta preciosa enseñanza de Dios?
He. 3:7-19 “[…] Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo; antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado. […] entre tanto que se dice: Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación. ¿Quiénes fueron los que, habiendo oído, le provocaron? ¿No fueron todos los que salieron de Egipto por mano de Moisés? ¿Y con quiénes estuvo él disgustado cuarenta años? ¿No fue con los que pecaron, cuyos cuerpos cayeron en el desierto? ¿Y a quiénes juró que no entrarían en su reposo, sino a aquellos que desobedecieron? Y vemos que no pudieron entrar a causa de incredulidad.”
Los que no tienen fe no pueden dar gracias a Dios por la salvación que les ha otorgado, y se quejan por todo. Dios separa a todas estas personas para que no puedan entrar en el reposo eterno que Él ha preparado para su pueblo.
Las palabras son muy importantes. En una corte, lo que ambas partes dicen se registra y se convierte en un testimonio. Ya que todo lo que dicen se registra en una corte terrenal, ¿cuánto más nuestras palabras serán registradas en el cielo? En el día del juicio, Dios examinará todas las palabras que hemos utilizado en nuestra vida en la tierra, si hemos hablado palabras de gratitud o palabras de queja. Por eso, Jesús dijo: “Por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado” (Mt. 12:36-37).
Respetamos las leyes y los decretos de Dios, como la Pascua y el Día de Reposo, y los guardamos. De la misma manera, la enseñanza de Dios acerca de las palabras es también un mandamiento de Dios que debemos guardar. No digamos nada necio que pueda herir la fe del pueblo de Dios, olvidando a Dios, como los diez espías, sino digamos siempre palabras graciosas que ayuden a nuestros hermanos y hermanas a edificar su fe.
Las palabras que usamos para predicar el evangelio son las palabras que debemos decir. Hable estas palabras tantas veces como sea posible. Digamos a Dios muchas palabras de gloria y gratitud. Como David, que siempre dio gracias, gloria y alabanza a Dios, humillándose, digamos palabras graciosas, como los que son conforme al corazón de Dios, para que todos podamos alcanzar la salvación.