Ninguna parte de los sermones en texto puede ser imprimida o difundida. Por favor, grabe en su corazón lo que ha entendido, para compartir la fragancia de Sion.
La preparación para el mundo eterno
La Biblia dice: “El hombre, como la hierba son sus días; florece como la flor del campo” (Sal. 103:15). Esto muestra lo corta y vana que es la vida humana. Sin embargo, hay un nuevo tipo de vida después de nuestra vida en esta tierra; regresaremos al lugar de donde vinimos. Cuando esta vida termine, todos deben ir al más allá. Ahora, tomemos un tiempo para pensar en cuánto tiempo y esfuerzo debemos poner preparando el reino de los cielos al que iremos.
El consejo de un siervo
Hace mucho tiempo, había un siervo real que obtuvo el favor del rey. El siervo era bueno y fiel, y también era ingenuo y simple en algunos aspectos. El rey estaba tan complacido por su carácter recto que le confió y le encomendó muchos asuntos administrativos del país.
Un día, el rey ordenó al siervo viajar por el país y ver cómo vivía el pueblo. Según la orden del rey, el siervo recorrió todo el país. Después de un tiempo, regresó al palacio real, e inesperadamente el rey estaba en cama enfermo. El siervo se sorprendió mucho y le preguntó al rey qué había sucedido.
—Creo que es hora de que me vaya.
—¿De qué habla? Ahora está enfermo. ¿A dónde irá? Si se va, ¿cuándo regresará?
—Si me voy ahora, probablemente iré a un lugar sin retorno.
—¿Por qué trata de ir a ese lugar? Por favor no vaya.
El rey se refería a su muerte porque estaba sufriendo de una enfermedad grave. Sin embargo, el siervo ingenuo y honesto no entendía lo que el rey estaba diciendo, y siguió persuadiéndolo de que no fuera a aquel lugar sin retorno. El rey le dijo de nuevo:
—No es la clase de lugar al que pueda decidir si quiero ir o no. Debo ir allá aunque no quiera.
Entonces el siervo se puso tan ansioso que preguntó al rey por último.
—Va a ir a un viaje largo. ¿Está completamente listo para partir?
Al escuchar esto, el rey no pudo decir ni una sola palabra, sino que guardó silencio. Solo entonces comprendió que nunca había pensado que el momento de dejar este mundo llegaría y que no estaba totalmente preparado.
Antes de emprender un viaje largo, la gente empaca su ropa y otros artículos, como gastos de viaje, pasaporte, artículos de aseo, etc.; preparan muchas cosas para el viaje cuidadosamente, para que no pasen problemas en un lugar desconocido. Sin embargo, muchas personas en la tierra no preparan nada para el mundo al que irán.
El período de la vida de una persona es de setenta u ochenta años. Como la vida es muy corta, la gente se siente agitada y vacía cuando sucede una desgracia de repente. En la historia anterior, el rey llevó una vida lujosa en su alta posición todos los días, y desperdició toda su vida sin siquiera pensar en prepararse para la vida después de la muerte. Hasta el día de su muerte, no preparó nada. De la misma manera, si tardamos en prepararnos para el más allá, el tiempo de dejar este mundo vendrá inesperadamente, antes de que lo sepamos (Ec. 9:12).
El camino al mundo eterno adonde todos deben ir
Cuando consideramos esto cuidadosamente, llegamos a comprender lo agradecidos que debemos estar porque Dios ha establecido Sion como un refugio de salvación para nosotros y Él mismo nos lo ha hecho conocer. La vida de la fe —recibir a Dios y edificar una fe sincera en la verdad— es prepararse para el eterno reino de los cielos.
Los que no creen en el mundo eterno, no se están preparando para ese mundo. Sin embargo, todos deben ir allá en su debido tiempo; no pueden negarse a ir aunque no quieran.
La vida es vana. El libro de Eclesiastés escrito por Salomón muestra su frustración por el hecho de que el destino de los hombres y el de los animales sea el mismo, la muerte.
Ec. 3:19-21 “Porque lo que sucede a los hijos de los hombres, y lo que sucede a las bestias, un mismo suceso es: como mueren los unos, así mueren los otros, y una misma respiración tienen todos; ni tiene más el hombre que la bestia; porque todo es vanidad. Todo va a un mismo lugar; todo es hecho del polvo, y todo volverá al mismo polvo. ¿Quién sabe que el espíritu de los hijos de los hombres sube arriba, y que el espíritu del animal desciende abajo a la tierra?”
Considerando este hecho, pensemos en el mundo eterno al que iremos después de esta vida. Las personas están destinadas a morir una sola vez, y después enfrentarán el juicio. Lo importante es el juicio.
He. 9:27 “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio.”
La gente debe regresar a cierto lugar después de su residencia temporal aquí en esta tierra. En el camino de regreso, hay dos direcciones: el camino del juicio y el camino de la salvación. Si tenemos que elegir seguir un camino, ¿no deberíamos seguir el camino de la salvación e ir al eterno reino de los cielos donde disfrutaremos de la vida eterna y la felicidad para siempre?
Aunque planifiquemos un viaje de una sola noche, hay muchas cosas que necesitamos preparar. Además, nos espera un largo viaje sin retorno. Sin embargo, si hemos vivido sin preparar nada, sin duda es un gran problema. Pensemos en cuántas cosas hemos preparado y qué estamos preparando para nuestro viaje. Solo los que piensan en el futuro y lo preparan tendrán un futuro glorioso.
Pensando en el hermoso reino celestial al que iremos, debemos orar a Dios, adorarlo en el culto, y obedecer con gozo cada palabra que Él nos ha dado. También debemos hacer conocer el mundo espiritual a nuestra familia, parientes, amigos y vecinos, que están viviendo sin comprenderlo, para que estén totalmente preparados para regresar al “hogar eterno” (Ec. 12:5, 2 Co. 5:1). Dios nos ha encomendado la predicación, diciendo que vayamos a todas las personas del mundo y les hagamos conocer el reino de los cielos, a fin de que todos puedan prepararse para él (Ec. 12:13-14, Mt. 28:18-20).
Dios ahora está preparando un lugar para nosotros, sus hijos que regresarán al eterno reino de los cielos.
Jn. 14:2-3 “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.”
Fuimos arrojados a esta tierra como resultado de haber cometido graves pecados en el cielo, nuestra patria espiritual, y ahora estamos llevando una vida de arrepentimiento como pecadores que deben continuar arrepintiéndose toda la vida. Se nos ha dado una oportunidad de regresar al hogar de nuestro Padre, el reino de los cielos, arrepintiéndonos de nuestros pecados mientras vivamos en este mundo. Nuestro cuerpo solo es un tabernáculo donde vivimos temporalmente; nuestra eterna residencia está en el cielo (2 Co. 5:1-4).
La fe de nuestros antepasados que se prepararon para el cielo
El tiempo que se nos ha dado en esta vida es un tiempo de oportunidad para que nos preparemos para el eterno reino de los cielos. Comprendiendo esto, nuestros antepasados de la fe fueron moderados en todas las cosas y consideraron sus sufrimientos en esta tierra como una parte inevitable de su viaje, anhelando su patria celestial a la que regresarían.
He. 11:15-16 “pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad.”
Si pensamos en nuestra patria a la que regresaremos, podemos tener la oportunidad de regresar y prepararnos para ella. Teniendo en cuenta que el eterno reino de los cielos nos espera, debemos poner el significado y el propósito de nuestra vida en la obra de salvar al mundo y regresar junto con muchas personas al reino de los cielos que Dios nos ha preparado. En Hebreos 11 hay un conteo sucesivo de la fe de nuestros antepasados que prepararon el eterno reino de los cielos.
He. 11:17-26 “Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito […]. Por la fe bendijo Isaac a Jacob y a Esaú respecto a cosas venideras. […] Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón.”
Ellos prepararon las cosas una por una para su largo viaje obedeciendo la voluntad de Dios con fe. Siempre vivieron por la fe. En conclusión, vivir por la fe es prepararse para el cielo.
He. 11:6-10 “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.”
Nuestros antepasados de la fe creyeron que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Su vida fue una preparación para el reino de los cielos. La vida que nosotros seguimos es la misma. Algún día iremos a nuestro hogar, el cielo, al final de este largo viaje. Antes de nuestra partida, necesitamos prepararnos completamente teniendo una fe segura y viviendo en obediencia a la voluntad agradable de Dios. Los que se prepararon para el cielo vivieron constantemente en el amor de Dios, y el amor de Dios estuvo siempre en ellos.
Ro. 8:35-39 “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.”
Los santos de la iglesia primitiva soportaron tribulaciones y persecuciones voluntariamente; ellos recorrieron con diligencia el camino de la fe aunque hubo muchas pruebas severas, con la seguridad de que nada podría separarlos del amor de Cristo. Cuando fueron persuadidos para que negaran a Jesucristo diciendo que no creían en Él y así pudieran escapar de ser quemados vivos o de ser degollados, rehusaron ser puestos en libertad y soportaron voluntariamente todo tipo de persecuciones e insultos por el nombre de Cristo. Ellos continuaron marchando hacia el eterno reino de los cielos sin vacilar y estuvieron dispuestos a ser martirizados; como tenían esta fe firme, el mundo no era digno de ellos (He. 11:36-38).
Avancemos hacia la gloria reservada para nosotros
A fin de pasar nuestra vida preparándonos para el cielo como ellos, debemos examinar nuestra fe. Necesitamos reflexionar para ver si hemos recorrido la vida de la fe a lo largo del camino por el que Dios nos ha guiado. Adoremos a Dios en verdad y sigamos su voluntad, y llevemos una vida de arrepentimiento con gracia, sin olvidar que somos pecadores.
Ro. 8:12-18 “Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados. Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.”
La Biblia nos dice claramente que si no vivimos según la carne y hacemos morir las obras de la carne por el Espíritu, viviremos, y que nuestros sufrimientos presentes no son comparables con la gloria que disfrutaremos en el cielo. Ahora nos estamos preparando para esa gloria.
Debemos agradecer sinceramente a nuestro Dios Elohim, el Padre y la Madre celestiales, por llamarnos a la verdad y por darnos la esperanza y el gozo del cielo. Deseo que todos nos preparemos absolutamente para el reino de los cielos predicando el evangelio diligentemente, guardando los mandamientos de Dios fielmente, y logrando una hermosa unidad entre nosotros, los hermanos y hermanas de Sion, conforme a las enseñanzas de la Biblia, que es una guía de preparación espiritual para nosotros.
Pensemos en el consejo del siervo que preguntó al rey qué había preparado, justo antes de morir. Cuando ustedes van de viaje, necesitan preparar algunas cosas. Pronto emprenderemos este viaje largo al lugar sin retorno. Entonces, ¿qué han preparado?
Al igual que el rey, la gente del mundo se queda muda cuando le hacemos esta pregunta. El rey solo persiguió el placer de esta vida sin preparar nada para la vida después de la muerte. Viviendo de esta manera, llegó al final de su vida en un corto tiempo.
Cuando el apóstol Pablo supo que el tiempo de su partida había llegado, dijo: “He acabado la carrera. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia” (2 Ti. 4:6-8). Con esto, quiso decir que estaba completamente preparado para ir al cielo. Pablo sufrió mucha persecución y aflicción por el nombre de Cristo cuando iba de lugar en lugar predicando el evangelio; su vida fue una preparación minuciosa para el cielo.
Nosotros también debemos prepararnos para que podamos decir con seguridad: “Todo lo que he hecho en obediencia a la voluntad de Dios durante mi vida de la fe, es lo que he preparado para el cielo”. Examinémonos nuevamente y veamos cuán bien preparados estamos, y vivamos por el Espíritu y por la fe hasta el final. Haciendo esto, glorifiquemos más a Dios, con la convicción de que nada podrá separarnos del amor de Cristo.
También debemos predicar el evangelio rápidamente a las personas que todavía no están listas, y ayudarlas a prepararse para el cielo. Deseo sinceramente que todas las personas del mundo se arrepientan y sean salvas según las enseñanzas de la Biblia, y vayan juntas al eterno reino de los cielos que el Padre y la Madre nos han preparado, para que disfruten de la vida eterna y la felicidad. Hermanos y hermanas de Sion, me gustaría pedirles de nuevo amablemente que pongan todo su corazón y fuerza en salvar almas una por una, y que guíen a muchas almas al arrepentimiento y a la salvación, para que se nos unan en la gloria eterna que el Padre y la Madre han reservado para nosotros.